Felipe de Ribas fue un escultor y arquitecto de retablos nacido en Córdoba que en 1630 se trasladó a Sevilla junto con sus hermanos, Francisco Dionisio de Ribas (1616-1679) y Gaspar de Ribas (1611-1658), con los que realizó varios retablos para iglesias de la ciudad.
Este maestro, considerado como uno de los retablistas más significativos de la Sevilla de la primera mitad del siglo XVII, había nacido en Córdoba el 20 de mayo de 1609, siendo bautizado al día siguiente en la parroquia del Sagrario; fue el tercero de los nueve hijos habidos entre Andrés Fernández y María de Ribas; su padre era un pintor de mediana valía que ejerció también oficio de mesonero. Además de Felipe, otros dos hermanos, Gaspar y Francisco Dionisio, desarrollarán actividades artísticas.
Aunque no es descartable que Felipe de Ribas comenzara su etapa de formación en su ciudad natal, lo cierto es que en 1621 su padre lo lleva a Sevilla y lo pone como aprendiz en el taller del imaginero Juan de Mesa. Allí permanece hasta 1626, en que se ve obligado a regresar a Córdoba debido al fallecimiento de su progenitor. Tras unos años de infructuosos intentos por establecerse en la ciudad, Ribas opta en 1630 por trasladarse de nuevo a Sevilla llevando consigo a toda su familia. Éste será el origen de un importante taller familiar que se mantendrá activo hasta muy avanzada la segunda mitad del Seiscientos.
El maestro logró mantener relaciones armoniosas con la mayoría de los otros artistas que laboraban por entonces en la capital hispalense, colaborando en diversas ocasiones con muchos de ellos. Esta relación fue especialmente fructífera con Juan Martínez Montañés y con Alonso Cano, algunas de cuyas obras se encargará de concluir. Estableció su primer taller en el barrio de San Vicente de donde se traslada en 1635 al de Santa Catalina, para recalar finalmente en el barrio de Santa Marina, en una casa situada cerca del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses.
Desde 1635 y hasta el final de su vida, los encargos se suceden en el taller del maestro, especialmente retablos, tanto de mediano tamaño como de gran envergadura, que confirman la fama adquirida y la calidad del producto salido de sus manos. Es también por entonces cuando contrae matrimonio con Rufina de Albornoz y de esta unión nacerá una única hija, Ana, que morirá víctima de la famosa peste en abril de 1649, cuando contaba apenas diez años de edad.
La muerte del artista se había producido unos meses antes, en noviembre de 1648, pasando entonces la dirección del taller a su hermano Francisco Dionisio de Ribas, quien se encargará asimismo de terminar las obras inconclusas.
La producción artística de Felipe de Ribas abarca tanto escultura exenta y relivaria como arquitectura de retablos. En esta modalidad, su obra es el punto de unión entre la corriente tardomanierista de la primera mitad del Seiscientos y el barroco salomónico que caracteriza a la segunda. En sus obras hay elementos que remiten a las creaciones de Juan de Oviedo o Martínez Montañés, junto a otros que aparecen en las obras de Alonso Matías y Alonso Cano. Pero sobre todo, el empleo por parte de Felipe de Ribas del fuste salomónico con pleno sentido estructural supondrá un hito fundamental en la fijación tipológica de la segunda mitad del siglo xvii en materia de retablos.
Foto: Retablo Altar Mayor Parroquia de San Pedro, obra de Felipe de Ribas: De Anual – Trabajo propio, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=14781503